martes, 19 de mayo de 2009

La desidia: ¿causa o efecto de esta sociedad mediática?

“La cultura significa, más que un mundo mejor, un mundo mas noble: un mundo al que no se ha de llegar mediante la transformación material de la vida, sino mediante algo que acontece en el alma del individuo.”
- Herbert Marcuse

Schopenhauer alguna vez sentenció, mezclando su romanticismo wertheriano con la epistemología kantiana, que lo único común que tienen los hombres es su pereza. Me pregunto que diría si viera lo que ocurre hoy: sociedades hipnotizadas por los básicos artilugios de los medios de comunicación masiva, que no hacen más entretener y proyectar información fragmentada.

Claro está que la información fragmentada, en el plano lógico-racional, carece de valor por el mero hecho de estar dividida del resto de los contenidos. Ejemplos son la publicidad, las noticias e interpretaciones de actualidad (limitadas por la política del canal que las emite) y el contenido cultural-entretenido (programas de animales, diseño, problemas sociales, espíritus, historia, arte etc.). Todos estos datos no cumplen un fin superior al del “entretenimiento cultural”; el cual transita de un día a otro siempre renovándose y manteniéndose igual. Por otro lado, la elite intelectual se excita penosamente con programas de conversación (ej: Tolerancia Cero y La belleza de pensar), los cuales aportan a su memoria y ocio de manera igualmente fragmentada. No hay una sintonía entre este contenido disperso y la ilustración de los espectadores cultos. A fin de cuentas, las argumentaciones discursivas caen también en el olvido. Pero ¿dónde dejamos Internet y la cantidad de facilidades que da para los investigadores? A mi juicio, funciona como lo haría un basurero para muertos de hambre: la elite se contamina y satisface entre tanto dato utilizadamente-reutilizado y conectadamente-desconectado. Lo que importa no es la calidad ni la originalidad de la información sino su cantidad y utilidad Se puede contrargumentar que algunos aprehenden hechos o datos entre los que circulan, y esto les ayuda a su formación personal y laboral. Pero el punto en cuestión es que estos datos son i) fácilmente reemplazables por otros con las mismas o mejores características y ii) poseen una base débil, que de todas formas amerita más investigación. El hecho de que los contenidos sean reemplazables, constata la premonición marxista de que el saber se convertiría en mercancía: el mall supremo es Internet. Asimismo, estos productos que ofrece nuestra cultura tecnológica poseen nuevas versiones de ellos mismos, y éstos otras, y estos otras, ad infinitum. A este proceso, Simmel lo llama: la funesta autonomía con la que el reino de los productos culturales crece y crece; como si una necesidad lógica interna extrajera un miembro tras el otro, a menudo casi sin relación con la voluntad y la personalidad de los productores, y como si no estuviera afectado por la pregunta por cuántos sujetos y en qué grado de profundidad y extensión es recogido y conducido hacia su significación cultural (Sobre filosofía de la cultura, p. 370). Pero no nos centremos en este problema, son escasos los necrófagos interesados en los discursos originales de las redes audiovisuales.

Volviendo al valor racional de la información fragmentado, no cabe duda de que si hay algo que caracteriza a este lenguaje mediático, es que supera la lógica, es decir, la conserva como herramienta retórica-convencional y destruye, a la vez, su fin clásico: el orden sistemático y la esperanza de adquirir una verdad. No es raro, asimismo, que el convencionalismo interpretativo, que dejó como herencia Nietzsche, predomine en todas las áreas de la cultura. Hace mucho tiempo ya que la verdad se quemó en el horizonte, y esto es materializado a la perfección por la retórica de los medios audiovisuales y los gustos de sus espectadores.

Retomando lo dicho, y a modo de síntesis, podemos decir que la información fragmentada carece de un contenido estrictamente lógico y sistemático, su finalidad es transitar por el espectador, atraparlo, y dejarlo apto para nuevos datos. El prototipo de información, cuyo público es la masa, tiene un fin transitorio que la hace acoplarse a la persuasión del entretenimiento; y la destinada a un público culto, tiene en contra la cantidad de versiones y reversiones que hay de ella.

Centrémonos ahora en el entretenimiento, factor interconectado con lo recién visto.

Hemos dicho que el prototipo de la información dada por los medios audiovisuales atrapa y entretiene, es decir, hipnotiza y aliena. Su duración en el espectador es pasajera, y siempre hay nuevos datos que reemplazan a los anteriores. Sin embargo, este poder de hipnosis es ínfimo si lo comparamos con el del contenido diseñado para entretener. Los productos de entretenimiento son la salida más fácil que tenemos, en nuestros tiempos de ocio, al apego en que vivimos los esclavos del neoliberalismo. Hay tres síntomas que definen este apego: la culpa por el pasado, la búsqueda insaciable siempre proyectada hacia el futuro (cuyo objeto puede ser el dinero, el placer sexual, el arte, las drogas, el deporte, la religión, el honor, el carrete, etc) y la inercia en que nos dejan los apegos anteriores. Esta se traduce en modos de vida despolitizados y anestesiados frente a la injusticia del día a día. Así, el entretenimiento suprime el esfuerzo por razonar, iguala a la masa para abajo. Todo intento de igualar el término medio para arriba, se interpreta masivamente como sospechoso y fascista. En el instante en que se verificó que la comprensión lectora de la mayoría de los pedagogos vale callampa, y se propuso medidas al respecto, los “más progresistas” chillaron defendiendo a estos docentes mediocres, a estos docentes cuyo sentido del trabajo consiste en cobrar un cheque. Lamentablemente, si aumenta la competencia educacional aumenta la calidad, la única forma de infectar el capitalismo es por dentro. A este le conviene que la masa se iguale siempre para abajo, y, a este ritmo, somos cada vez menos los que nos damos el tiempo para la conciencia, la duda y la acción. El antiguo ideal de permanecer en el tiempo ya no existe, y para qué hablar de la esperanza de producir un cambio sustancial.

Todas estas causas y efectos del entretenimiento, a saber, los apegos, la anestesia, la futilidad y el pesimismo, constitucionalizan la desidia y la indiferencia como respuestas socialmente aceptadas, como modos de vida. Se estudia y trabaja por la plata, mientras la injusticia y la domestificación de los individuos se propagan e intensifican con cada gesto de indiferencia hacia el otro, hacia uno mismo. A mi juicio, de seguir así, la inercia se impondrá como la única respuesta posible y las instancias de contra-acción no serán insignificantes como ahora, sino nulas

Para qué materializar nuestras críticas, mejor fumémonos un pito y escuchemos Los Beatles; para qué denunciar y atacar la injusticia, mejor rendir culto al onanismo y a la frustración. Para qué criticar y razonar sobre algún tema, mejor deleitarse con la calculada belleza del contenido audiovisual, con la estereotipada moda que nos iguala y diferencia, y con la inmensidad de nuestra libertad interior y la mentira llamada autonomía. La desidia, en última instancia, termina siendo una respuesta masiva que invierte sobre las posibilidades de entretenimiento, las justifica.

En este sentido, y a modo de síntesis, la desidia es tanto una causa como un efecto social del programa mediático que controla la monarquía empresarial. Causa debido a que existe la posibilidad de salirse de ella, de tomar por primera vez en la vida el camino más difícil. La razón nos permite percatarnos del automatismo y la esclavitud que engendra el sistema, es decir, aún no somos máquinas, aún somos responsables. Efecto debido a que es posibilitada para las masas mediante el entretenimiento y sus modos de composición (información fragmentada o entretención pura) y difusión. No obstante, si recogemos la opinión del mañoso Schopenhauer, podemos decir que siempre ha sido causa y recién hoy se disfraza de efecto.

3 comentarios:

  1. Es muy bonito el comienzo de Marcuse. Me animé a leerte, hoy sí tuve tiempo para dejar la desidia a un lado. No. Nada de desidia, estaba muy ocupada en mí. Cuando mencionaste la desidia pensé inmediatamente en el avanzar en el paseo Ahumada por osmosis. Faltan salmones en este redondo mundo que se atrevan a marchar contra la corriente y persistir. Probablemente “las masas”, las personas aglomeradas, los desinformados alienados, los malditos, los inhibidos, los dejados, se alimentan de información recortada porque les gusta completar la frase; esos vacíos en las noticias que no representan un obstáculo para mostrarle al mundo que operan de la mano del ingenio del periodista: cada cual pone lo el final que le gustaría para llamar más rating y arman su "collage" a la pinta. Una noticia, por ejemplo, puede sentenciar, generar dudas, cuadrar la opinión masificada de repudio a quien es diferente del recolector de recortes, y persistirá en no alterar el orden de la quietud opinativa en los televidentes. Nada malo sucederá mientras todo siga igual. De un pool de fragmentos informativos del día obtenidos –no con mucho esfuerzo– por algún cazanoticias desesperado y disfrazado de transeúnte, un equipo poco acompasado logra generar un producto envasado llamativo, innovador, cabal en su sentido más nimio, falso en su profundo relleno operativo, y despejar las dudas de elegir. La decisión era la complicada: entre tantas noticias fragmentadas del día habría de ser elegida aquella que más abierta dejara la boca de los espectadores, esa portada de revista, titular de primer plano, artículo de La Cuarta, omisión del Le Monde, crítica del Ciudadano. La noticia y el comercial no son más que datos hilados por un técnico que quiere impactar y vender la imagen que, como dijiste, transitará por el espectador para atraparlo y dejarlo apto para más datos. No pasará de eso en el acto. Estos fragmentos, cuyo origen en la tele se aleja tanto de la realidad del suceder (¿los "hechos" prefabricados?) que se distorsiona su sentido, trascenderá únicamente en la creación y mantención de una "opinión pública". Manteniendo siempre la misma parada se genera un rumor que se vuelve regla. La temida regla, criticada en silencio pero respetada. Tal como sucede con las encuestas sobr elecciones y que recién este año se notó más, hay tantas muestras con tantos resultados favorecedores a distintas banderas que se pierde la credibilidad. ¿Y qué es la información sino mantener una opinión informe y pernoctar en la desidia? Es lo que más me empelota de la tele y la difusión de la profesión tan parasitaria hoy, bien llamada periodismo por su periodicidad, mal llamada carrera profesional por su actual operar en atrapar descriteriadamente a quien caiga y emocione: su irracional modo se hospedarse en los medios y persistir en el tiempo en su actuar. Habrán periodistas con lógica y poca desidia, pocos, pero no se hallan en el rosa de mostrar tanto dato transitorio como sus colegas que con el descaro y la mentira modifican y envasan. Por eso no veo tele. No creo lo que leo en Publimetro ni La hora cuando los recibo en el transporte, y para qué hablar del dipolio informativo que hay en este país. No niego que me sirven para mantenerme al día y no desubicarme del conexto, para mantenerme informe.

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  2. Tu texto me hace pensar sobre un fenómeno que me parece está sucediendo en esta cultura de la "entretención". Creo que ya hemos llegado a un punto en que se ha producido un límite de diversificación posible de las herramientas entretenidas, llameseles juguetes, computadoras, consolas, todo tipo de pantallas o shows. A principios de siglo la gente le causaba delirio el cine, asi como nosotros nos enbrutesimos de felicidad con el nintendo o el play cuando pendejos. Sin embargo, hoy se ve a la gente aburrida de nuevo, la entretención ya no entretiene, no llama la atención, nos llena de rutina y fomedad. Somos como los viejos ricos del siglo XVIII que como no tenían nada que hacer se dedicaban a leer, nosotros hacemos lo mismo con la tele o cualquier otro elemento "entretenido". Pero ya no entretienen, ¿que hacer? la gente anda buscando entretención; ojalá nos empieze a entretener no webear al medio ambiente (dejemos de ser unos hipócritas con discurso verde y vivamos de modo más ecológico realmente) o tratar de ser más que especialistas, relacionandonos de todo tipo de maneras con personas distintas de nuestra sociedad. Aunque me gustaría eso, realmente no creo que se logre y por eso escribo en un blog de weones escépticos, aunque un ideal nunca está de más para orientar la realidad presente a un punto más deseable.

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  3. Muy buen aporte, es necesario investigar a futuro que pasará con estas nuevas generaciones que han visto y jugado TODO antes de la adolescencia. Respecto a tu mensaje vitalista ecológico, hay que dedicarse a la política entonces pues compadre, porque son las empresas y su soporte legal-estatal la causa numero uno del desastre. Lo otro sería hacer una campaña mediática en base al terror que i) obligara a las personas a ser más ecológicas y, a la vez, ii) las convenciera que la prohibición es lo mas bueno. Pero algo asi sucederá cuando la elite empieze a darse cuenta que su pellejo está en riesgo.No hace falta mucha imaginación para ver que el efecto de algo asi seria más a favor de ellos que de nosotros

    Mientras más uno se mete en el laberinto, más se percata que sólo una destrucción de la cultura nos permitiria el despliegue de algo nuevo.

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