jueves, 21 de mayo de 2009

Adoctrinamiento

Recuerdo allá por el año 90 o 91 la primera vez que el conflicto (si se le puede llamar así) entre evolución y creación se hizo evidente ante mis ojos.
Cursaba 3° o 4° básico en un colegio católico y en clase de ciencias naturales la profesora -a pito de no se qué- expone brillantemente una idea que tal vez marcó en cierto modo el camino que iba a seguir años más tarde. "Algunos dicen que el hombre viene del mono, pero están equivocados, porque entonces cómo es posible que sólo algunos monos hayan evoucionado y otros sigan siendo monos", vociferó con autoridad y confianza. Probablemente a los 8 o 9 años el momento haya pasado totalmente desapercibido para la mayoría de mis compañeros, pero sentí que algo no estaba bien ahí, aunque no estaba seguro por qué. Conocía eso de que el hombre venía del mono, pero ciertamente no gracias al colegio, (en el que en 13 años nunca escuché ni una sola palabra sobre Darwin, evolución o selección natural). Por otro lado, Adán y Eva, Noé, Moisés y Jesús se repetían una y otra vez en innumerables canciones, textos y clases. Nunca me había sentado a pensar en las evidentes contradicciones entre las dos hipótesis, pero aquella frase de oro fue algo así como una epifanía. Pasarían varios años más antes de considerar el ateísmo, pero hasta el día de hoy lo considero como un comienzo.
Hoy en día muchos nos asombramos al saber por ejemplo que en el estado de Kansas en Estados Unidos se aprobó hace un tiempo una ley para enseñar el "diseño inteligente" en los colegios junto con la evolución, y no nos damos cuenta de que lo mismo o algo peor pasa justo frente a nuestras narices. En el caso de mi antiguo colegio he podido constatar que 18 años después la situación en cuanto a separar religión de ciencia no ha mejorado nada. Es triste y preocupante ver que una de las teorías más elegantes, sencillas y universales que nos ofrece la ciencia moderna, queda fuera del alcance de una gran parte de los niños y jóvenes de Chile y del mundo. La razón: el adoctrinamiento infantil.
¿Acaso sería aceptable que un partido político dirigiera su campaña hacia los niños con el fin de asegurar adeptos para el futuro? Si los niños no están preparados para entender la política, ¡cómo van a estar preparados para entender una cosmovisión que nadie entiende!.
Pensémoslo dos veces antes de permitir que esto pase con nuestros niños. Después de todo, ¿qué vale más? ¿la libertad de pensamiento de un niño? ¿o un fiel más para una religión?.

PD: acerca del tema recomiendo el documental "Jesus Camp". Es un caso algo extremo pero ilustra a a perfección el daño que puede significar el adoctrinamiento religioso para un niño (está por partes en youtube).

martes, 19 de mayo de 2009

La desidia: ¿causa o efecto de esta sociedad mediática?

“La cultura significa, más que un mundo mejor, un mundo mas noble: un mundo al que no se ha de llegar mediante la transformación material de la vida, sino mediante algo que acontece en el alma del individuo.”
- Herbert Marcuse

Schopenhauer alguna vez sentenció, mezclando su romanticismo wertheriano con la epistemología kantiana, que lo único común que tienen los hombres es su pereza. Me pregunto que diría si viera lo que ocurre hoy: sociedades hipnotizadas por los básicos artilugios de los medios de comunicación masiva, que no hacen más entretener y proyectar información fragmentada.

Claro está que la información fragmentada, en el plano lógico-racional, carece de valor por el mero hecho de estar dividida del resto de los contenidos. Ejemplos son la publicidad, las noticias e interpretaciones de actualidad (limitadas por la política del canal que las emite) y el contenido cultural-entretenido (programas de animales, diseño, problemas sociales, espíritus, historia, arte etc.). Todos estos datos no cumplen un fin superior al del “entretenimiento cultural”; el cual transita de un día a otro siempre renovándose y manteniéndose igual. Por otro lado, la elite intelectual se excita penosamente con programas de conversación (ej: Tolerancia Cero y La belleza de pensar), los cuales aportan a su memoria y ocio de manera igualmente fragmentada. No hay una sintonía entre este contenido disperso y la ilustración de los espectadores cultos. A fin de cuentas, las argumentaciones discursivas caen también en el olvido. Pero ¿dónde dejamos Internet y la cantidad de facilidades que da para los investigadores? A mi juicio, funciona como lo haría un basurero para muertos de hambre: la elite se contamina y satisface entre tanto dato utilizadamente-reutilizado y conectadamente-desconectado. Lo que importa no es la calidad ni la originalidad de la información sino su cantidad y utilidad Se puede contrargumentar que algunos aprehenden hechos o datos entre los que circulan, y esto les ayuda a su formación personal y laboral. Pero el punto en cuestión es que estos datos son i) fácilmente reemplazables por otros con las mismas o mejores características y ii) poseen una base débil, que de todas formas amerita más investigación. El hecho de que los contenidos sean reemplazables, constata la premonición marxista de que el saber se convertiría en mercancía: el mall supremo es Internet. Asimismo, estos productos que ofrece nuestra cultura tecnológica poseen nuevas versiones de ellos mismos, y éstos otras, y estos otras, ad infinitum. A este proceso, Simmel lo llama: la funesta autonomía con la que el reino de los productos culturales crece y crece; como si una necesidad lógica interna extrajera un miembro tras el otro, a menudo casi sin relación con la voluntad y la personalidad de los productores, y como si no estuviera afectado por la pregunta por cuántos sujetos y en qué grado de profundidad y extensión es recogido y conducido hacia su significación cultural (Sobre filosofía de la cultura, p. 370). Pero no nos centremos en este problema, son escasos los necrófagos interesados en los discursos originales de las redes audiovisuales.

Volviendo al valor racional de la información fragmentado, no cabe duda de que si hay algo que caracteriza a este lenguaje mediático, es que supera la lógica, es decir, la conserva como herramienta retórica-convencional y destruye, a la vez, su fin clásico: el orden sistemático y la esperanza de adquirir una verdad. No es raro, asimismo, que el convencionalismo interpretativo, que dejó como herencia Nietzsche, predomine en todas las áreas de la cultura. Hace mucho tiempo ya que la verdad se quemó en el horizonte, y esto es materializado a la perfección por la retórica de los medios audiovisuales y los gustos de sus espectadores.

Retomando lo dicho, y a modo de síntesis, podemos decir que la información fragmentada carece de un contenido estrictamente lógico y sistemático, su finalidad es transitar por el espectador, atraparlo, y dejarlo apto para nuevos datos. El prototipo de información, cuyo público es la masa, tiene un fin transitorio que la hace acoplarse a la persuasión del entretenimiento; y la destinada a un público culto, tiene en contra la cantidad de versiones y reversiones que hay de ella.

Centrémonos ahora en el entretenimiento, factor interconectado con lo recién visto.

Hemos dicho que el prototipo de la información dada por los medios audiovisuales atrapa y entretiene, es decir, hipnotiza y aliena. Su duración en el espectador es pasajera, y siempre hay nuevos datos que reemplazan a los anteriores. Sin embargo, este poder de hipnosis es ínfimo si lo comparamos con el del contenido diseñado para entretener. Los productos de entretenimiento son la salida más fácil que tenemos, en nuestros tiempos de ocio, al apego en que vivimos los esclavos del neoliberalismo. Hay tres síntomas que definen este apego: la culpa por el pasado, la búsqueda insaciable siempre proyectada hacia el futuro (cuyo objeto puede ser el dinero, el placer sexual, el arte, las drogas, el deporte, la religión, el honor, el carrete, etc) y la inercia en que nos dejan los apegos anteriores. Esta se traduce en modos de vida despolitizados y anestesiados frente a la injusticia del día a día. Así, el entretenimiento suprime el esfuerzo por razonar, iguala a la masa para abajo. Todo intento de igualar el término medio para arriba, se interpreta masivamente como sospechoso y fascista. En el instante en que se verificó que la comprensión lectora de la mayoría de los pedagogos vale callampa, y se propuso medidas al respecto, los “más progresistas” chillaron defendiendo a estos docentes mediocres, a estos docentes cuyo sentido del trabajo consiste en cobrar un cheque. Lamentablemente, si aumenta la competencia educacional aumenta la calidad, la única forma de infectar el capitalismo es por dentro. A este le conviene que la masa se iguale siempre para abajo, y, a este ritmo, somos cada vez menos los que nos damos el tiempo para la conciencia, la duda y la acción. El antiguo ideal de permanecer en el tiempo ya no existe, y para qué hablar de la esperanza de producir un cambio sustancial.

Todas estas causas y efectos del entretenimiento, a saber, los apegos, la anestesia, la futilidad y el pesimismo, constitucionalizan la desidia y la indiferencia como respuestas socialmente aceptadas, como modos de vida. Se estudia y trabaja por la plata, mientras la injusticia y la domestificación de los individuos se propagan e intensifican con cada gesto de indiferencia hacia el otro, hacia uno mismo. A mi juicio, de seguir así, la inercia se impondrá como la única respuesta posible y las instancias de contra-acción no serán insignificantes como ahora, sino nulas

Para qué materializar nuestras críticas, mejor fumémonos un pito y escuchemos Los Beatles; para qué denunciar y atacar la injusticia, mejor rendir culto al onanismo y a la frustración. Para qué criticar y razonar sobre algún tema, mejor deleitarse con la calculada belleza del contenido audiovisual, con la estereotipada moda que nos iguala y diferencia, y con la inmensidad de nuestra libertad interior y la mentira llamada autonomía. La desidia, en última instancia, termina siendo una respuesta masiva que invierte sobre las posibilidades de entretenimiento, las justifica.

En este sentido, y a modo de síntesis, la desidia es tanto una causa como un efecto social del programa mediático que controla la monarquía empresarial. Causa debido a que existe la posibilidad de salirse de ella, de tomar por primera vez en la vida el camino más difícil. La razón nos permite percatarnos del automatismo y la esclavitud que engendra el sistema, es decir, aún no somos máquinas, aún somos responsables. Efecto debido a que es posibilitada para las masas mediante el entretenimiento y sus modos de composición (información fragmentada o entretención pura) y difusión. No obstante, si recogemos la opinión del mañoso Schopenhauer, podemos decir que siempre ha sido causa y recién hoy se disfraza de efecto.

¿Por qué la gente cree cosas raras?

Este artículo es un resumen del último capítulo (17, “¿Por qué la gente cree cosas raras?”) del libro Por Qué la Gente Cree Cosas Raras, de Michael Shermer, creador de la Skeptic Society y editor de la revista Skeptic, publicada por esta organización. Está escrito en primera persona, tal como en el libro. Pero éstas no son mis palabras, sino las de Shermer, aunque el resumen lo elaboré yo (y por lo tanto no es literal en muchos pasajes, pero sí en muchos otros). Este extracto sintetiza de buena manera un análisis escéptico de las “cosas raras” que cree la mayoría de la gente en nuestros días, y expresa de muy buena manera mis pensamientos. Por lo tanto, más que tratar de improvisar argumentos, preferí usar las palabras de un autor reconocido, en un tema que es, a lo menos, interesante.

¿Qué constituye una cosa rara? No tengo una definición formal. Las cosas raras son como la pornografía –difícil de definir, pero obvio cuando lo ves. Cada afirmación, caso o persona debe ser examinado individualmente. La cosa rara de una persona puede ser el atesorado deseo de otra. ¿Quién decide?

Un criterio –el escogido por mi y otros millones de personas- es la ciencia. Preguntamos, ¿cuál es la evidencia científica para una afirmación? La mega-estrella Tony Robbins, el gurú de autoayuda que comenzó en los años ’80 dando seminarios de fin de semana que culminaban en una caminata sobre carbón ardiendo, pregunta a su audiencia: “¿Qué pasaría si descubrieran una forma de alcanzar cualquier meta que deseen ahora?” Si puedes caminar sobre carbón ardiendo, dice Robbins, puedes hacer cualquier cosa. ¿Puede Tony Robbins realmente caminar sobre carbón ardiendo? Claro que puede. También yo. Y también ustedes. Pero ustedes y yo podemos sin meditar, cantar, o pagar cientos de dólares por un seminario porque caminar sobre carbón nada tiene que ver con el poder mental, sino con la pobre conducción de calor del carbón. Creer que sí tiene que ver, es lo que yo considero una cosa rara.

Gente que camina sobre fuego, psíquicos, Ufólogos, abducidos, criogenéticos, inmoralistas, Objetivistas, creacionistas, gente que niega el Holocausto, Afro-centristas extremos, teóricos raciales y cosmólogos que creen que la ciencia prueba a Dios -hemos conocido mucha gente que cree muchas cosas raras [todos estos casos son tratados en el libro].

¿Qué pasa en nuestra cultura y nuestro pensamiento que lleva a tales creencias? Las teorías de escépticos y científicos abundan: falta de educación, mala educación, falta de pensamiento crítico, religión, cultos, miedo a la ciencia, la Nueva Era, mucha televisión, poca lectura, lectura de los libros equivocados, malos padres, malos profesores, y simplemente ignorancia y estupidez. Como cultura parecemos tener problemas para distinguir ciencia de pseudociencia, historia de pseudohistoria, y sentido de sinsentido. Pero yo creo que esto es más profundo. Para entenderlo debemos cavar a través de las capas de la cultura y la sociedad a la mente y el corazón humanos individuales. No existe una única respuesta de por qué la gente cree cosas raras, pero podemos recoger algunas motivaciones de fondo, todas vinculadas entre sí.

Credo Consolans. Más que cualquier otra, la razón de que la gente crea cosas raras es porque quieren. Se siente bien. Es confortante. Da consuelo. Escépticos y científicos no son inmunes.

Similarmente, a la pregunta frecuente, “¿Cuál es tu posición sobre la vida después de la muerte?” mi respuesta típica es “Estoy a favor, por supuesto”. El hecho de que yo esté a favor de la vida después de la muerte no significa que lo vaya a obtener. ¿Pero quién no lo querría? Y ése es el punto. Es una respuesta muy humana creer en cosas que nos hacen sentir bien.

Gratificación Inmediata. Muchas cosas raras ofrecen gratificación inmediata. Las líneas 600 de los psíquicos son un clásico ejemplo. Usando técnicas de lectura fría, el psíquico empieza amplio y trabaja hacia específicos. “Siento que hay algo de tensión en tu relación –uno de Uds. está más comprometido que el otro”. “Tengo la sensación de que presiones financieras están causándoles problemas”. “Han estado pensando en cambiar sus trabajos”. Enunciados tan trillados son ciertos para casi todos. Si tu psíquico escoge la equivocada, sólo tiene que decir que ocurrirá –en el futuro. Y el psíquico sólo tiene que acertar ocasionalmente. Los que llaman olvidan las fallas y recuerdan los aciertos y, más importante, quieren que el psíquico tenga razón. Los escépticos no gastan US$3.95 por minuto en líneas de psíquicos, los creyentes sí. La psicoterapia tradicional es formal, cara y cuesta tiempo. Una mejora sustancial puede tomar meses o años. Gratificación tardía es la regla, gratificación instantánea es la excepción. En contraste, el psíquico está a sólo una llamada de distancia.

Simplicidad. La gratificación inmediata de las creencias se hace tanto más fácil con explicaciones simples para un mundo frecuentemente complejo y contingente. Cosas buenas y cosas malas le pasan tanto a la gente buena como a la gente mala, aparentemente al azar. Las explicaciones científicas suelen ser complicadas y requieren entrenamiento y trabajo para ser usadas. La superstición y la creencia en el destino y lo supernatural entregan un camino más simple a través del complejo laberinto de la vida.

Moralidad y Sentido. Hoy en día, sistemas científicos y seculares de moralidad y sentido parecen insatisfactorios para la mayoría de la gente. Sin la creencia en algún poder superior, la gente pregunta, ¿por qué ser moral? ¿Cuál es la base para la ética? ¿Cuál es el sentido último de la vida? ¿Para qué todo esto? Científicos y humanistas seculares tienen buenas respuestas a estas buenas preguntas, pero por muchas rasones estas respuestas no han alcanzado a la población en grande. Para la mayoría de la gente, la ciencia parece ofrecer sólo lógica fría y brutal en su presentación de un universo infinito, insensible y sin propósito. Pseudociencia, superstición, mitos, magia y religión ofrecen cánones de moralidad y sentido simples, inmediatos y consoladores. Porque yo solía ser un “cristiano renacido”, siento empatía por aquéllos que se sienten amenazados por la ciencia. ¿Quién se siente amenazado?

Si hubiera sólo una cosa que los escépticos, científicos, filósofos y humanistas pudieran hacer para señalar el problema completo de la creencia en cosas raras, construir un sistema de moralidad con sentido y satisfactorio sería un muy buen comienzo.

La Esperanza Trae Eternidad. La vinculación de todas estas razones es el título de la última parte de este libro [“La Esperanza Trae Eternidad”, que contiene éste y un capítulo anterior]. Expresa mi convicción de que los humanos somos, por naturaleza, una especie con miras al futuro, siempre buscando niveles más altos de felicidad y satisfacción. Desafortunadamente, el corolario es que los humanos estamos muy a menudo dispuestos a aferrarnos a promesas no realistas de una vida mejor o de creer que una vida mejor sólo puede ser alcanzada aferrándonos a la intolerancia y la ignorancia, degradando la vida de otros. Y a veces, al enfocarnos en una vida que ya viene, nos perdemos de lo que tenemos en esta vida. Es una diferente fuente de esperanza, pero es esperanza al fin y al cabo: tenemos la esperanza de que la inteligencia humana, combinada con la compasión, puede resolver nuestra miríada de problemas y enriquecer la calidad de cada vida; esperanza de que el progreso histórico siga su marcha hacia libertades mayores y aceptación para todos los humanos; y esperanza de que la razón y la ciencia al igual que el amor y la empatía nos puedan ayudar a entender nuestro universo, nuestro mundo, y a nosotros mismos.

martes, 5 de mayo de 2009

Las Revoluciones de Galileo y Darwin

Galileo: Igual se mueve

Este año 2009 es un año especial para las ciencias naturales: se celebra el Año Internacional de Astronomía, debido a que es el aniversario número 400 de las primeras observaciones a través de un telescopio hechas por Galileo Galilei, que revolucionarían no sólo la astronomía, sino toda la visión del mundo que se tenía en aquel entonces, cuando Galileo observó las cuatro lunas mayores de Júpiter (denominados satélites galileanos hoy en día), que representó la primera evidencia de un objeto celeste que no girara (ni siquiera aparentemente) alrededor de la Tierra. Galileo postuló, con estas observaciones, que la Tierra no podía ser el centro de todos los objetos celestiales y dedujo además que la teoría copernicana del Sol como centro del sistema se ajustaba mejor a las observaciones que la ptolemaica, que postulaba que la Tierra era el centro del universo. Fue sentenciado por la Inquisición a la hoguera por divulgar sus ideas, por lo que tuvo que retractarse (y se le absolvió). Todavía hoy se cuenta que Galileo, al ser absuelto y salir del juicio dijo, con ironía, “igual se mueve”.

Darwin y su teoría de evolución

Pero además, se celebra el Año de Darwin, ya que se cumplen no sólo 200 años desde su nacimiento, sino también 150 años de la publicación de su más célebre libro –y uno de los más célebres e importantes de la historia de la ciencia-, Sobre el Origen de las Especies mediante Selección Natural, en 1859 (que complementó en el año 1871 con El Origen del Hombre, y la Selección en relación al sexo). Aunque Alfred Russel Wallace publicó primero su artículo Sobre la tendencia de las variedades de apartarse indefinidamente del tipo original (1858) en que postula la selección natural como el principal método de evolución, el libro de Darwin tuvo ciertamente mayor alcance que el artículo de Wallace. Hoy en día se los reconoce a ambos (que trabajaron por separado) como los pioneros de la teoría de la evolución. A pesar de que muchos de los detalles de sus obras se consideran hoy en día incorrectos, la teoría de evolución por selección natural ha sobrevivido sin sobresaltos a todas las críticas y ha sido capaz de explicar todos los fenómenos comúnmente observados en la naturaleza (no conozco algún ejemplo que aún no haya podido explicar). Lamentablemente, Darwin no llegó a conocer la obra del monje austríaco Gregor Mendel sobre genética (1865), que hoy en día complementa la teoría de Darwin en lo que se conoce como neodarwinismo, al que una abrumadora mayoría de los científicos adscriben.

Quiero aprovechar la conmemoración de año de Darwin para difundir lo mejor que pueda la teoría de la evolución por selección natural de una manera detallada, pero no muy larga. Aquellos que la lean, se darán cuenta de la elegancia y simpleza que puede tener una buena teoría científica y las implicancias que puede tener, y que hacen de esta teoría probablemente la teoría científica más bella que yo conozco.

La teoría de evolución por selección natural parte únicamente de un supuesto previo, que dice que existen unidades de replicación en los organismos por los cuales se transmite la información de generación en generación –y, si se quiere, que puede haber errores en el copiado de la información a transmitir, aunque no se puede esperar que fuera perfecto de cualquier manera-.

En el proceso de replicación, entonces, se producen estos errores de copiado, a los que llamamos mutaciones. Estas mutaciones se producen al azar, y cada mutación dará origen a una(s) nueva(s) característica(s) en el organismo recién nacido. Si estas nuevas características resultan ser desventajosas para el organismo, éste morirá antes de su edad fértil (es decir, cuando puede reproducirse) y sus genes no serán entregados a la siguiente generación. Si, por el contrario, esta modificación resulta ventajosa en relación a la característica original, el nuevo organismo tendrá ventajas sobre sus competidores, que tienen el gen “original”, y por lo tanto sus genes pasarán a la siguiente generación y luego de varias generaciones, se habrán esparcido lo suficiente para dominar la población. Pero, ¿a qué me refiero con “ventajoso respecto del original”? Esta nueva característica podría hacer, por ejemplo, que el nuevo organismo sea más rápido para escapar del depredador, y por lo tanto tendrá menos posibilidades de morir comido que sus pares y se reproducirá. Sus descendientes, a su vez, también escaparán más fácil de los depredadores y también sobrevivirán para reproducirse. Luego de algunas generaciones, por lo tanto, comenzará a dominar este gen, y por lo tanto la especie se habrá hecho más rápida para escapar del depredador. A su vez, podría surgir –por azar-, un gen que haga que el depredador sea más rápido también, y por lo tanto éste tendrá ventajas sobre sus pares, que no podrán alcanzar a sus presas más rápidas, y por lo tanto este depredador más rápido sobrevivirá para reproducirse y, a la larga, los otros no.

La primera conclusión que surge, y que es importante que quede clara, es que si bien las mutaciones genéticas son azarosas, no lo es la selección natural, que “selecciona” a los individuos más aptos para la supervivencia, en el sentido del ejemplo que di, y por lo tanto van sobreviviendo sólo las especies que “demostraron” aptitudes suficientes para permanecer en el tiempo. Otra cosa que debe quedar clara es que este mecanismo no necesita ningún agente consciente (léase Dios, por supuesto) que dirija la evolución, ya que los organismos simplemente no se reproducen cuando no son aptos.

El ejemplo que di es un ejemplo común, pero esta teoría explica perfectamente por qué sobreviven incluso las plantas o bacterias que vemos hoy en día, no necesariamente deben ser características tan evidentes –ni efectos tan simples como el “correr más rápido”- las que determinen la supervivencia o no de una especie.