jueves, 12 de agosto de 2010

La religión en América Latina... y en el ser humano

¿No es suficiente contemplar la belleza de un jardín,
sin además tener que creer que existen hadas en el fondo de éste?

-Douglas Adams

Primera parte: La religión en América Latina

Según la encuesta “End of the Millenium” realizada por Gallup International[1], América Latina es uno de los subcontinentes más religiosos del mundo; de hecho, sólo queda detrás de África Occidental y a la par de Norteamérica. Esta encuesta muestra que el 96% de los latinoamericanos pertenecen a alguna denominación religiosa (aunque sólo el 35% de ellos asiste regularmente a servicios religiosos). El 64% cree que existe un dios personal (“teístas”), y un 24% cree en un dios como una fuerza o energía superior (“deístas”). Sólo el 3% de los encuestados no cree que exista algo que se pueda denominar dios.

Entre los países más religiosos de la región se cuentan Bolivia, Colombia y Ecuador, los tres con un 98% de sus habitantes declarados religiosos. El país menos religioso es Uruguay, con un 74% de personas religiosas. Fuera de este último, todos los países latinos de Sudamérica, además de México, están sobre (o alrededor de) el 95% de población religiosa. En América Central los países muestran cifras similares entre sí, y menores a las de Sudamérica: todos los países tienen entre un 83% y un 90% de personas que se declaran religiosas. La excepción es Panamá, donde un 95% de la población es religiosa[2].

En México, por ejemplo, un 62% de las personas afirma que “Dios realmente existe y no tengo dudas al respecto”[3], mientras que sólo un 3% declara no creer en (ningún) dios. Un 45% de los encuestados cree “definitivamente” en la vida después de la muerte (a lo que se suma un 28% que “probablemente” cree), un 51% cree en el cielo (más 27%) y un 48% (más 25%) en los milagros. Un 60% está de acuerdo (o “muy de acuerdo”) en que existe un dios que “se preocupa de cada ser humano personalmente”; para un 39% “la vida sólo tiene sentido porque dios existe”, y un 40% de los encuestados reza una vez al día o más.

En Perú, una encuesta de la Universidad de Lima[4] muestra que un 96% de los limeños cree en dios, mientras que un 89% profesa alguna religión (más del 99% de ellos se declara cristiano). Un 72% de las personas declara rezar una vez al día o más y un 63% lee la Biblia, pero sólo un 25% participa de actividades religiosas en su parroquia. Un 75% de las personas cree que existen los ángeles y un 77% cree en el diablo.

En Argentina, en tanto, un 91% de la población cree en Dios (además, un 4% contestó “duda / a veces”)[5]. Un 78% de los argentinos reza en casa y un 43% lee la Biblia, aunque un 71% de las personas considera que sus hijos deben elegir su propia religión o creencia—un número muy alto (y dudoso), dadas las prácticas actuales.

Como último ejemplo, un poco sobre Chile. En nuestro país, un 85% se declara religioso[6], pero un 94% “cree en Dios y no tiene duda de ello”; un 62% reconoce a dios como “tanto o más importante que mi familia”, pero un 81% dice preferir que sus hijos decidan sus creencias por su cuenta, y no tratarían de influir demasiado en ello (extraño, tomando en cuenta que a un 50% le gustaría que sus hijos asistieran a un colegio religioso—pero éste no es el tema de este ensayo). Como último dato, un 75% de los chilenos, según esta encuesta, cree en los milagros; un 69% cree en la virgen y un 61% cree en la vida después de la muerte.

Segunda parte: Los dioses como consecuencia evolutiva

Resulta sorprendente que, así como las culturas latinoamericanas, en todo el mundo las diferentes culturas muestran distintas versiones de lo que llamamos religión (o secta, para los que se sienten orgullosos de ser más—o menos). Para algunos, resulta incluso convincente. Cómo—se preguntan—puede ser que no exista nada, si todas las culturas muestran un interés e incluso culto a “fuerzas divinas”, “espíritus regidores”, y hasta a los muertos. (Esto incluye la creencia de que no han muerto del todo. La preponderante forma humanoide de los dioses, espero, no requiere mayor análisis.)

Bueno, puede. Perfectamente. Y las hipótesis abundan.

Una de las hipótesis más conocidas para explicar la proliferación de la religión (aparte de la existencia de un dios, por supuesto), es que genera una identidad de grupo. Esto sin duda es verdad; lo sabemos porque no sólo ha generado eso: también genera conflictos entre grupos de distinta identidad, y de los feos.

Sin embargo, no queda claro que sea suficiente como razón del origen de las religiones. Yo creo que puede ser una razón de su crecimiento, pero no de su origen. No, en el origen tiene que haber algo más. Después de todo, si de identidad de grupo se trata, están los países, la política, los deportes (y ni hablar de la familia). Además, la selección natural no conoce grupos, sólo individuos (pertenecer a un grupo puede ser ventajoso para el individuo, por supuesto, pero para esto, presumiblemente, ya existía la familia). Y hay más posibilidades.

Otro importante factor probablemente ha sido la “instrucción evolutiva” de siempre creer lo que dicen los padres, porque la mayoría de las veces nos mantendrán seguros hasta que podamos enfrentar el mundo solos. Situaciones de este tipo incluyen mantenerse lejos de riscos, esconderse de potenciales depredadores, no comer de la fruta venenosa y, en nuestros días, no meter los dedos en los enchufes. Esta hipótesis tiene el obvio problema de requerir que los padres ya participen de la creencia en cuestión; aunque seguramente es un elemento muy importante en la proliferación de la creencia, no lo debe haber sido en su origen.

Todavía otra posibilidad es que sea un simple “efecto colateral” de la conciencia misma, en el sentido de un yo distinto del exterior. Quizá la interiorización de este yo fue llevada más lejos de su propósito inicial (por la evolución, no por nuestros antecesores), y nuestros antepasados comenzaron a preguntarse por un yo “metafísico” o “trascendental”. Pero creo que esta explicación es poco satisfactoria, porque subestima el problema—aunque podría perfectamente ser correcta.

En cambio, mi explicación preferida se basa en lo que el historiador de la ciencia Michael Shermer llama “agenticidad”, la tendencia a asignar agentes intencionales a todos los eventos de la naturaleza. La ventaja adaptativa (es decir, la razón por la que fue favorecida por la selección natural) de esta conducta es evidente, y se puede explicar de manera muy simple. (Una teoría similar ha sido desarrollada por el filósofo Daniel Dennett, a la que él denominó “la actitud intencional”.)

(Primero, hay que tomar en cuenta que, a diferencia de lo que se ve o se escucha en muchas partes, nuestros antepasados—digamos, el antepasado común de humanos, chimpancés y bonobos, hace unos 6 o 7 millones de años—eran presas, no depredadores: debían esconderse de los grandes reptiles y de los mamíferos carnívoros.) Imaginemos un primate, antecesor de los humanos, hace mucho tiempo. Imaginemos que un día siente que el pasto (o matorrales, hojas de los árboles, etc.) se mueve. En principio, puede reaccionar de dos maneras. La primera, es reaccionar como si un depredador—un agente intencional, con la intención de...comerlo—fuera el responsable del movimiento. Entonces, presumiblemente, arrancará. La situación real (pero simplificada) presenta dos posibilidades, que haya sido un depredador o que haya sido simplemente la brisa (u otro factor similar). Si fue la brisa, entonces perdió un poco de energía al correr, pero nada más. Esta equivocación se conoce como un falso positivo. Si era un depredador, en cambio, el beneficio fue máximo: evitó convertirse en almuerzo.

Si, por el contrario, nuestro antepasado reaccionó como si la brisa hubiera provocado el movimiento, puede haber acertado, y nada pasa. Pero también puede haberse equivocado, y terminó de almuerzo. Esto se conoce como un falso negativo.

Creo que no se necesita más explicación para afirmar que la conducta favorecida por la selección natural es “siempre reacciona como si las perturbaciones a tu alrededor fueran provocadas por un agente intencional, cuyas intenciones están dirigidas a ti”. (No resulta difícil creer que una actitud condicional, donde el individuo evaluara la situación y luego reaccionara, sería más costosa, en energía y en tiempo de reacción.) Se favoreció por lo tanto una mente llena de falsos positivos, que asigna agentes intencionales, en resumen, al Universo completo.

¿Se puede?

Así que sí, es posible contemplar un jardín sin creer que hay hadas al fondo de éste; lo que no era posible es contemplar el jardín sin creer que hay depredadores—agentes intencionales, cuya intención estaba dirigida a nosotros—al fondo de éste. Eventualmente, el jardín lleno de agentes intencionales fue todo el Universo.

Y Dios fue creado a imagen y semejanza del hombre.


domingo, 18 de octubre de 2009

¿Duendes?

Este es un diálogo ficticio publicado en el blog "The Atheist Experience". Me gustó mucho porque es una situación bastante común y en esta historia aparece muy bien representada. Además no encontré ninguna traducción al español en la web así que me tomé la libertad de traducirla. Es un poco larga pero entretenida. Aquí va:

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¿Duendes?



Una caja de aspecto firme yace sobre una mesa mientras dos hombres se acercan a ella...


Creyente: En esa caja hay un duende.


Ateo: Mmmm... no lo creo... ¿por qué tú sí?


Creyente: Lo escuché hablar.


Ateo: Tampoco creo eso... de hecho, no tengo evidencia de que los duendes existan.


Creyente: Bueno, o hay un duende en esa caja o no lo hay, cierto?


Ateo: Claro.


Creyente: Entonces es 50/50... y como lo escuché hablar, estoy seguro de que hay un duende ahí dentro.


Ateo: O hay un duende en la caja o no lo hay, pero eso no significa que las probabilidades sean 50/50.


Creyente: Claro que si.


Ateo: En realidad no, pero ¿puedes ofrecer alguna evide...


Creyente: ¡Espera! ¡me acaba de decir que si no crees que él está ahí, te encadenará a un árbol cuando mueras y te clavará su bastón por atrás por 10.000 años!


Ateo: Mmm, wow, pero te preguntaba si puedes ofrecer algo de evidencia adicional aparte de tu afirmación de que lo escuchaste. Yo no lo escuché decir eso en todo caso.


Creyente: Bueno, no estás escuchando lo suficiente.


Ateo: OK (escucha)... nad...


Creyente: ¡Dale TIEMPO! Tienes que QUERER escucharlo sinceramente...


Ateo: Si realmente está ahí, me gustaría saberlo... seguiré escuchando.


Creyente: ¿Escuchaste eso?


Ateo: No, nada.


Creyente: O estás mintiendo o eres tan cerrado de mente que él no te deja escucharlo.


Ateo: ¿No me deja? ¿Los duendes pueden escoger quien los puede escuchar?


Creyente: ¡Claro! Él podría abrir la tapa, mostrarse para mi... y tú nunca lo sabrías, pensarías que la caja estuvo cerrada todo el tiempo. ¡Es MÁGICO!


Ateo: Bueno, ¿tienes evidencia de alguna de esas cosas?. O sea, nunca he visto un duende... no tengo ninguna razón para creer que siquiera existan y cada vez que me dices como probarlo, las pruebas fallan.


Creyente: No, TÚ fallas. Funcionó para mi.


Ateo: (Moviéndose hacia un puñado de gente en un lado) Bueno, aquí hay otras personas que lo han intentado... y no les funcionó.


Creyente: Sí, pero éstas personas (moviéndose hacia un enorme grupo de gente en otro lado) lo escuchó. De hecho, hay MUCHA más gente aquí que te dirán que lo oyeron.


(El Ateo les hace unas cuantas preguntas)


Ateo: Hablé con algunos de ellos... todos tienen un enfoque algo distinto sobre esto. Algunos dicen que es un duende, otros que es un hada, otros que es un enano. No escuchan la misma voz y parecen recibir mensajes conflictivos desde dentro de la caja. La mayoría simplemente dijo que conocía a alguien que sabía lo que hay en la caja.


Creyente: ¡Ah, sí! En realidad hay un troll en la caja con el duende. A veces se hace pasar por el duende, o un hada, o, un enano para engañar a esa otra gente, pero notarás que de todas maneras escuchan algo.


Ateo: Sí, algunos dicen eso, pero otros no.


Creyente: Bueno, a veces el troll bloquea el sonido para que la gente no pueda escucharlo.


Ateo: Entonces, ¿cómo sabes que no estás escuchando al troll cuando escuchas al duende?


Creyente: ¡No seas absurdo! El duende es mi amigo, él se asegura de que yo sólo lo escuche a él.


Ateo: Pero ¿cómo puedes estar seguro? si crees que ahí hay un troll también, que se hace pasar por el duende... ¿cómo puedes saber? Tal vez está SOLAMENTE el troll y está jugando contigo.


Creyente: Ahora te estás poniendo denso. Mira, hay una caja, ¿verdad?


Ateo: Sí.


Creyente: Ahora, ¿para qué existiría una caja si no es para tener algo dentro? TIENE que haber algo dentro, ¿cierto?


Ateo: No, la caja podría estar vacía.


Creyente: ¡No, no puede, o no habría razón para que la caja existiera! Las cajas son para contener cosas. Cualquiera sabe eso.


Ateo: Entonces ¿estás diciendo que la caja NO PUEDE estar vacía?


Creyente: Correcto.


Ateo: ¿Y no crees que esa es una premisa falsa?


Creyente: No, y se confirma con el hecho de que escuché a un duende.


Ateo: ¿Cómo lo escuchaste?


Creyente: Me habla telepáticamente.


Ateo: Oh, ¿entonces no quisiste decir "escuchar con mis oídos", sino "escuchar con mi mente"?


Creyente: Tu corazón.


Ateo: El corazón no escucha...


Creyente: ¡Tu corazón metafórico!


Ateo: OK... pero ese tipo dice que lo escuchó con sus oídos.


Creyente: Está equivocado... está escuchando al troll.


Ateo: Pero yo ni siquiera escucho al troll.


Creyente: Te está bloqueando.


Ateo: OK... ¿cómo sabes todo eso?


Creyente: El duende me lo dijo.


Ateo: OK, entonces, has aludido a la magia, telepatía, duendes, trolls y cajas no-vacías... y no me has ofrecido ninguna evidencia. Lo siento pero no te creo.


Creyente: ¡No olvides el bastón!


Ateo: Cierto... y amenazas con cosas que pasarán despues de que me muera, cuando no hay ninguna evidencia de que haya un "yo" al que le pasen cosas después de mi muerte. Simplemente no creo tu afirmación.


Creyente: ¿Y si te equivocas? ¿No es un riesgo muy grande? Él dice que tiene una olla con oro para ti si crees... ¿no vale la pena creer?


Ateo: Mira, incluso si yo mismo pudiera obligarme a creer, cosa que no puedo, ¿por qué querría hacer eso? Si no hay duende, entonces desperdicié la oportunidad de averiguar qué hay realmente en la caja. Y si él quiere que siga sus instrucciones...


Creyente: Oh, claro que quiere eso... las escribí para ti. Toma...


Ateo: (Mirando la lista)... entonces desperdicié mi vida haciendo cosas que... ¿¿dice "No comer caca"??


Creyente: Sí... gran regla, ¿verdad?


Ateo: Sí... pero ¿y ésta? "Pon tu dinero en la caja"


Creyente: Él tiene necesidades también... las ollas con oro no crecen en los árboles.


Ateo: Pensé que él era mágico.


Creyente: Lo es... pero, bueno, el dinero es para que podamos contarle a la gente lo que el duende quiere.


Ateo: ¿Por qué no se lo dice él?


Creyente: Podría, pero... bueno, lo hará, si están preparados. Algunos, como tu, son engañados por el troll.


Ateo: ¿Por qué no se deshace del troll?


Creyente: Es un misterio, pero estamos seguros de que lo hará algún día.


Ateo: Como sea, si esto no es verdad, habré desperdiciado mucho tiempo y dinero en algo falso... sólo para evitar un peligro que no era real.


Creyente: Sí... pero ¿y si te equivocas?


Ateo: OK... mira, es suficiente. NO creo que haya un duende en la caja.


Creyente: ¿Cómo puedes estar seguro?


Ateo: No lo estoy, pero no creo que esté ahí.


Creyente: ¡Cómo puedes decir que no hay un duende en la caja!


Ateo: No... dije que no creo que exista un duende.


Creyente: Es lo mismo.


Ateo: No lo es... sin embargo, ahora que he considerado y rechazado tu afirmación...


Creyente: ¡No lo hagas!


Ateo: ... estoy dispuesto a decir que efectivamente creo que no hay un duende en esa caja.


Creyente: ¡NO! Estás haciendo una afirmación irracional... ¿¡¿¡Crees que lo sabes todo!?!?


Ateo: No, no estoy diciendo que tenga certeza absoluta de que no hay un duende en la caja... pero sí creo con un nivel de certeza que no lo hay... porque si lo hubiera, esperaría algún tipo de evidencia que lo apoye, y las investigaciones siguen sin producir nada. Volveré con algunas herramientas... vamos a abrir esa caja.


Creyente: No puedes abrir la caja.


Ateo: ¿Por qué no?


Creyente: Porque no puedes, es imposible.


(Otra persona se acerca)


Agnóstico: Él está en lo correcto. Ninguno de ustedes sabe lo que hay en la caja. Los dos son igualmente absurdos al asegurar que sí lo saben.


Ateo: Yo no aseguré que estoy absolutamente seguro, sólo dije cuál es mi creencia, y está basada en la evidencia, o la falta de ella.


Agnóstico: No seas tonto... eres tan dogmático como él.


Ateo: No soy para nada dogmático sobre esto, sólo me gustaría abrir la caja y averiguar.


Agnóstico: La caja es impenetrable.


Ateo: ¿Cómo lo sabes?


Agnóstico: Mmm, bueno, no lo sé... pero parece impenetrable.


Ateo: ¿Ah sí? ¿Conoces alguna otra cosa impenetrable para compararla?


Agnóstico: Bueno, no... pero estoy seguro de que es impenetrable.


Ateo: Si me perdonas, estamos del mismo lado, los dos rechazamos su afirmación...


Agnóstico: Yo no la rechazo, yo no rechazo nada.


Ateo: ¿Aceptas su afirmación?


Agnóstico: No lo sé.


Ateo: ¿No sabes si aceptas su afirmación?


Agnóstico: No, quiero decir que no sé si está en lo correcto o no.


Ateo: Bueno, yo tampoco, pero eso no es lo que pregunté.


Agnóstico: La caja es impenetrable.


Ateo: Bueno, pareces tan dogmático acerca de nuestra incapacidad de conocer, como él lo es sobre sus comunicaciones privadas con el duende.


Agnóstico: Ahora estás siendo hostil.


Ateo: Mira, voy a abrir esta caja.


Agnóstico: Tonto Ateo...


(El Ateo logra taladrar un pequeño agujero en la caja)


Ateo: ¡Mira, no es impenetrable! Le hice un agujero aquí. Eventualmente podríamos ser capaces de investigar esto con más detalle.


Creyente: ¡Cambiaste la caja!


Ateo: No, ésta es la caja.


Agnóstico: TODAVÍA es impenetrable, tu pequeño agujero no te da información suficiente para respaldar tu afirmación.


Ateo: Puedo seguir investigando... y hasta ahora, no hay información para apoyar las afirmaciones del Creyente.


Creyente: ¡Cambiaste la caja!


Ateo: No lo hice.


Creyente: Emtonces, um... se está escondiendo. Él necesita que creas en él sin verlo, así que se está escondiendo.


Ateo: Eso no tiene sentido.


Creyente: El troll ha creado la ilusión de un agujero que te provee falsa información sobre lo que hay en la caja.


Ateo: (suspiro)


Agnóstico: Eso podría ser posible, realmente no podría decir.


Ateo: No, claro que no podrías...


jueves, 11 de junio de 2009

La filosofía de vida de Albert Einstein

Albert Einstein fue un científico brillante, como todos sabemos. Fue uno de los más grandes genios que la humanidad haya conocido. Pero tenía también otra faceta: un hombre más bien introvertido, poco sociable, pacifista y, como él mismo se definía, “profundamente religioso”, aunque en un sentido no tradicional que, espero, quedará claro en estas líneas: no creía en ningún Dios.
Los problemas de Einstein con la vida social quedan claros a lo largo de su vida. Estuvo casado dos veces, aunque mucho del tiempo que estuvo casado dormía en una pieza distinta de la de su mujer porque no quería distracciones que mermaran su trabajo.
Soy verdaderamente un “viajero solitario”, y nunca he pertenecido en lo más profundo de mi corazón a mi país, a mi casa, a mis amigos, o incluso a mi familia más próxima; frente a estos lazos, nunca he perdido el sentimiento de distancia y la necesidad de soledad.

Creía que todos los hombres debían ser tratados de igual manera, decía que la adoración de personas había llevado a los peores acontecimientos en la historia, guerras y sufrimiento innecesario. Esta idea lo incluía a él por supuesto, y no entendía por qué él mismo era tan admirado por otros:
Es una ironía del destino que yo mismo haya sido receptor de una excesiva admiración por parte de mis congéneres, sin haber faltas o méritos por mi parte. La causa de esto puede ser perfectamente el deseo, inalcanzable para muchos, de entender las pocas ideas que con mis débiles poderes he alcanzado después de una lucha incesante (…) Este tema me lleva al peor afloramiento de la vida del rebaño, el sistema militar, al que yo aborrezco… El heroísmo del mando, violencia sin sentido y todo el repugnante sinsentido que va junto al nombre del patriotismo -¡qué apasionadamente los odio!

Se ha dicho mucho sobre su religiosidad, algunas veces malinterpretando alguna frase suya (probablemente las dos más conocidas sean “Dios no juega a los dados” y “La ciencia sin religión es débil, la religión sin ciencia es ciega”) y otras veces deliberadamente usándolas para decir cosas falsas de él. Einstein mismo se dio cuenta de esto durante su vida y escribió:
Es, por supuesto, una mentira lo que habéis leído sobre mis convicciones religiosas, una mentira que ha sido repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y nunca lo he negado sino expresado claramente […] La idea de un Dios personal me es muy ajena y hasta un poco ingenua.

Einstein usaba constantemente la palabra “Dios” para referirse al orden del mundo como él lo veía, y esto confundió a mucha gente. Hoy en día, Einstein es usado como un ejemplo de la posibilidad de reconciliar ciencia y religión, apelando quizá un poco al argumento por autoridad. No sólo es el argumento por autoridad una falacia en ciencia, sino que además la autoridad que se está usando en este caso está tomada totalmente fuera de contexto.
Por último, quiero dejar una reflexión de Einstein sobre el mundo, una reflexión que debería calar hondo en todos nosotros y ser tomada como ejemplo de filosofía de vida. Esta reflexión expresa claramente que la enorme sabiduría de Einstein no se remite sólo a las ciencias físicas (no era un experto en matemáticas), sino además a la naturaleza entera, al modo en que debe ser visto el mundo. Una visión como la suya es la que hace que surjan las preguntas más interesantes, a las que la ciencia se ha empeñado tanto en tratar de dar respuesta y que nunca deberían dejar de intrigarnos.
La experiencia más bella que puedo tener es el misterio. Es la emoción fundamental que se encuentra en la cuna del verdadero arte y la verdadera ciencia. Quien no la conozca y no se pregunte por ello, no se maraville, está como muerto, y sus ojos están oscurecidos. Fue la experiencia del misterio –aunque mezclada con temor- la que engendró la religión. Un conocimiento de algo que no podemos penetrar, nuestras percepciones de la razón más profunda y de la belleza más radiante, que sólo son accesibles a nuestra mente en sus formas más primitivas: es este conocimiento y esta emoción lo que constituye la verdadera religiosidad. En este sentido y sólo en este sentido soy un hombre profundamente religioso… Estoy satisfecho con el misterio de la vida eterna y con un conocimiento, un sentimiento, de la maravillosa estructura de la existencia –así como la del humilde intento de entender incluso una pequeña porción de la razón que se manifiesta en la naturaleza.

jueves, 21 de mayo de 2009

Adoctrinamiento

Recuerdo allá por el año 90 o 91 la primera vez que el conflicto (si se le puede llamar así) entre evolución y creación se hizo evidente ante mis ojos.
Cursaba 3° o 4° básico en un colegio católico y en clase de ciencias naturales la profesora -a pito de no se qué- expone brillantemente una idea que tal vez marcó en cierto modo el camino que iba a seguir años más tarde. "Algunos dicen que el hombre viene del mono, pero están equivocados, porque entonces cómo es posible que sólo algunos monos hayan evoucionado y otros sigan siendo monos", vociferó con autoridad y confianza. Probablemente a los 8 o 9 años el momento haya pasado totalmente desapercibido para la mayoría de mis compañeros, pero sentí que algo no estaba bien ahí, aunque no estaba seguro por qué. Conocía eso de que el hombre venía del mono, pero ciertamente no gracias al colegio, (en el que en 13 años nunca escuché ni una sola palabra sobre Darwin, evolución o selección natural). Por otro lado, Adán y Eva, Noé, Moisés y Jesús se repetían una y otra vez en innumerables canciones, textos y clases. Nunca me había sentado a pensar en las evidentes contradicciones entre las dos hipótesis, pero aquella frase de oro fue algo así como una epifanía. Pasarían varios años más antes de considerar el ateísmo, pero hasta el día de hoy lo considero como un comienzo.
Hoy en día muchos nos asombramos al saber por ejemplo que en el estado de Kansas en Estados Unidos se aprobó hace un tiempo una ley para enseñar el "diseño inteligente" en los colegios junto con la evolución, y no nos damos cuenta de que lo mismo o algo peor pasa justo frente a nuestras narices. En el caso de mi antiguo colegio he podido constatar que 18 años después la situación en cuanto a separar religión de ciencia no ha mejorado nada. Es triste y preocupante ver que una de las teorías más elegantes, sencillas y universales que nos ofrece la ciencia moderna, queda fuera del alcance de una gran parte de los niños y jóvenes de Chile y del mundo. La razón: el adoctrinamiento infantil.
¿Acaso sería aceptable que un partido político dirigiera su campaña hacia los niños con el fin de asegurar adeptos para el futuro? Si los niños no están preparados para entender la política, ¡cómo van a estar preparados para entender una cosmovisión que nadie entiende!.
Pensémoslo dos veces antes de permitir que esto pase con nuestros niños. Después de todo, ¿qué vale más? ¿la libertad de pensamiento de un niño? ¿o un fiel más para una religión?.

PD: acerca del tema recomiendo el documental "Jesus Camp". Es un caso algo extremo pero ilustra a a perfección el daño que puede significar el adoctrinamiento religioso para un niño (está por partes en youtube).

martes, 19 de mayo de 2009

La desidia: ¿causa o efecto de esta sociedad mediática?

“La cultura significa, más que un mundo mejor, un mundo mas noble: un mundo al que no se ha de llegar mediante la transformación material de la vida, sino mediante algo que acontece en el alma del individuo.”
- Herbert Marcuse

Schopenhauer alguna vez sentenció, mezclando su romanticismo wertheriano con la epistemología kantiana, que lo único común que tienen los hombres es su pereza. Me pregunto que diría si viera lo que ocurre hoy: sociedades hipnotizadas por los básicos artilugios de los medios de comunicación masiva, que no hacen más entretener y proyectar información fragmentada.

Claro está que la información fragmentada, en el plano lógico-racional, carece de valor por el mero hecho de estar dividida del resto de los contenidos. Ejemplos son la publicidad, las noticias e interpretaciones de actualidad (limitadas por la política del canal que las emite) y el contenido cultural-entretenido (programas de animales, diseño, problemas sociales, espíritus, historia, arte etc.). Todos estos datos no cumplen un fin superior al del “entretenimiento cultural”; el cual transita de un día a otro siempre renovándose y manteniéndose igual. Por otro lado, la elite intelectual se excita penosamente con programas de conversación (ej: Tolerancia Cero y La belleza de pensar), los cuales aportan a su memoria y ocio de manera igualmente fragmentada. No hay una sintonía entre este contenido disperso y la ilustración de los espectadores cultos. A fin de cuentas, las argumentaciones discursivas caen también en el olvido. Pero ¿dónde dejamos Internet y la cantidad de facilidades que da para los investigadores? A mi juicio, funciona como lo haría un basurero para muertos de hambre: la elite se contamina y satisface entre tanto dato utilizadamente-reutilizado y conectadamente-desconectado. Lo que importa no es la calidad ni la originalidad de la información sino su cantidad y utilidad Se puede contrargumentar que algunos aprehenden hechos o datos entre los que circulan, y esto les ayuda a su formación personal y laboral. Pero el punto en cuestión es que estos datos son i) fácilmente reemplazables por otros con las mismas o mejores características y ii) poseen una base débil, que de todas formas amerita más investigación. El hecho de que los contenidos sean reemplazables, constata la premonición marxista de que el saber se convertiría en mercancía: el mall supremo es Internet. Asimismo, estos productos que ofrece nuestra cultura tecnológica poseen nuevas versiones de ellos mismos, y éstos otras, y estos otras, ad infinitum. A este proceso, Simmel lo llama: la funesta autonomía con la que el reino de los productos culturales crece y crece; como si una necesidad lógica interna extrajera un miembro tras el otro, a menudo casi sin relación con la voluntad y la personalidad de los productores, y como si no estuviera afectado por la pregunta por cuántos sujetos y en qué grado de profundidad y extensión es recogido y conducido hacia su significación cultural (Sobre filosofía de la cultura, p. 370). Pero no nos centremos en este problema, son escasos los necrófagos interesados en los discursos originales de las redes audiovisuales.

Volviendo al valor racional de la información fragmentado, no cabe duda de que si hay algo que caracteriza a este lenguaje mediático, es que supera la lógica, es decir, la conserva como herramienta retórica-convencional y destruye, a la vez, su fin clásico: el orden sistemático y la esperanza de adquirir una verdad. No es raro, asimismo, que el convencionalismo interpretativo, que dejó como herencia Nietzsche, predomine en todas las áreas de la cultura. Hace mucho tiempo ya que la verdad se quemó en el horizonte, y esto es materializado a la perfección por la retórica de los medios audiovisuales y los gustos de sus espectadores.

Retomando lo dicho, y a modo de síntesis, podemos decir que la información fragmentada carece de un contenido estrictamente lógico y sistemático, su finalidad es transitar por el espectador, atraparlo, y dejarlo apto para nuevos datos. El prototipo de información, cuyo público es la masa, tiene un fin transitorio que la hace acoplarse a la persuasión del entretenimiento; y la destinada a un público culto, tiene en contra la cantidad de versiones y reversiones que hay de ella.

Centrémonos ahora en el entretenimiento, factor interconectado con lo recién visto.

Hemos dicho que el prototipo de la información dada por los medios audiovisuales atrapa y entretiene, es decir, hipnotiza y aliena. Su duración en el espectador es pasajera, y siempre hay nuevos datos que reemplazan a los anteriores. Sin embargo, este poder de hipnosis es ínfimo si lo comparamos con el del contenido diseñado para entretener. Los productos de entretenimiento son la salida más fácil que tenemos, en nuestros tiempos de ocio, al apego en que vivimos los esclavos del neoliberalismo. Hay tres síntomas que definen este apego: la culpa por el pasado, la búsqueda insaciable siempre proyectada hacia el futuro (cuyo objeto puede ser el dinero, el placer sexual, el arte, las drogas, el deporte, la religión, el honor, el carrete, etc) y la inercia en que nos dejan los apegos anteriores. Esta se traduce en modos de vida despolitizados y anestesiados frente a la injusticia del día a día. Así, el entretenimiento suprime el esfuerzo por razonar, iguala a la masa para abajo. Todo intento de igualar el término medio para arriba, se interpreta masivamente como sospechoso y fascista. En el instante en que se verificó que la comprensión lectora de la mayoría de los pedagogos vale callampa, y se propuso medidas al respecto, los “más progresistas” chillaron defendiendo a estos docentes mediocres, a estos docentes cuyo sentido del trabajo consiste en cobrar un cheque. Lamentablemente, si aumenta la competencia educacional aumenta la calidad, la única forma de infectar el capitalismo es por dentro. A este le conviene que la masa se iguale siempre para abajo, y, a este ritmo, somos cada vez menos los que nos damos el tiempo para la conciencia, la duda y la acción. El antiguo ideal de permanecer en el tiempo ya no existe, y para qué hablar de la esperanza de producir un cambio sustancial.

Todas estas causas y efectos del entretenimiento, a saber, los apegos, la anestesia, la futilidad y el pesimismo, constitucionalizan la desidia y la indiferencia como respuestas socialmente aceptadas, como modos de vida. Se estudia y trabaja por la plata, mientras la injusticia y la domestificación de los individuos se propagan e intensifican con cada gesto de indiferencia hacia el otro, hacia uno mismo. A mi juicio, de seguir así, la inercia se impondrá como la única respuesta posible y las instancias de contra-acción no serán insignificantes como ahora, sino nulas

Para qué materializar nuestras críticas, mejor fumémonos un pito y escuchemos Los Beatles; para qué denunciar y atacar la injusticia, mejor rendir culto al onanismo y a la frustración. Para qué criticar y razonar sobre algún tema, mejor deleitarse con la calculada belleza del contenido audiovisual, con la estereotipada moda que nos iguala y diferencia, y con la inmensidad de nuestra libertad interior y la mentira llamada autonomía. La desidia, en última instancia, termina siendo una respuesta masiva que invierte sobre las posibilidades de entretenimiento, las justifica.

En este sentido, y a modo de síntesis, la desidia es tanto una causa como un efecto social del programa mediático que controla la monarquía empresarial. Causa debido a que existe la posibilidad de salirse de ella, de tomar por primera vez en la vida el camino más difícil. La razón nos permite percatarnos del automatismo y la esclavitud que engendra el sistema, es decir, aún no somos máquinas, aún somos responsables. Efecto debido a que es posibilitada para las masas mediante el entretenimiento y sus modos de composición (información fragmentada o entretención pura) y difusión. No obstante, si recogemos la opinión del mañoso Schopenhauer, podemos decir que siempre ha sido causa y recién hoy se disfraza de efecto.

¿Por qué la gente cree cosas raras?

Este artículo es un resumen del último capítulo (17, “¿Por qué la gente cree cosas raras?”) del libro Por Qué la Gente Cree Cosas Raras, de Michael Shermer, creador de la Skeptic Society y editor de la revista Skeptic, publicada por esta organización. Está escrito en primera persona, tal como en el libro. Pero éstas no son mis palabras, sino las de Shermer, aunque el resumen lo elaboré yo (y por lo tanto no es literal en muchos pasajes, pero sí en muchos otros). Este extracto sintetiza de buena manera un análisis escéptico de las “cosas raras” que cree la mayoría de la gente en nuestros días, y expresa de muy buena manera mis pensamientos. Por lo tanto, más que tratar de improvisar argumentos, preferí usar las palabras de un autor reconocido, en un tema que es, a lo menos, interesante.

¿Qué constituye una cosa rara? No tengo una definición formal. Las cosas raras son como la pornografía –difícil de definir, pero obvio cuando lo ves. Cada afirmación, caso o persona debe ser examinado individualmente. La cosa rara de una persona puede ser el atesorado deseo de otra. ¿Quién decide?

Un criterio –el escogido por mi y otros millones de personas- es la ciencia. Preguntamos, ¿cuál es la evidencia científica para una afirmación? La mega-estrella Tony Robbins, el gurú de autoayuda que comenzó en los años ’80 dando seminarios de fin de semana que culminaban en una caminata sobre carbón ardiendo, pregunta a su audiencia: “¿Qué pasaría si descubrieran una forma de alcanzar cualquier meta que deseen ahora?” Si puedes caminar sobre carbón ardiendo, dice Robbins, puedes hacer cualquier cosa. ¿Puede Tony Robbins realmente caminar sobre carbón ardiendo? Claro que puede. También yo. Y también ustedes. Pero ustedes y yo podemos sin meditar, cantar, o pagar cientos de dólares por un seminario porque caminar sobre carbón nada tiene que ver con el poder mental, sino con la pobre conducción de calor del carbón. Creer que sí tiene que ver, es lo que yo considero una cosa rara.

Gente que camina sobre fuego, psíquicos, Ufólogos, abducidos, criogenéticos, inmoralistas, Objetivistas, creacionistas, gente que niega el Holocausto, Afro-centristas extremos, teóricos raciales y cosmólogos que creen que la ciencia prueba a Dios -hemos conocido mucha gente que cree muchas cosas raras [todos estos casos son tratados en el libro].

¿Qué pasa en nuestra cultura y nuestro pensamiento que lleva a tales creencias? Las teorías de escépticos y científicos abundan: falta de educación, mala educación, falta de pensamiento crítico, religión, cultos, miedo a la ciencia, la Nueva Era, mucha televisión, poca lectura, lectura de los libros equivocados, malos padres, malos profesores, y simplemente ignorancia y estupidez. Como cultura parecemos tener problemas para distinguir ciencia de pseudociencia, historia de pseudohistoria, y sentido de sinsentido. Pero yo creo que esto es más profundo. Para entenderlo debemos cavar a través de las capas de la cultura y la sociedad a la mente y el corazón humanos individuales. No existe una única respuesta de por qué la gente cree cosas raras, pero podemos recoger algunas motivaciones de fondo, todas vinculadas entre sí.

Credo Consolans. Más que cualquier otra, la razón de que la gente crea cosas raras es porque quieren. Se siente bien. Es confortante. Da consuelo. Escépticos y científicos no son inmunes.

Similarmente, a la pregunta frecuente, “¿Cuál es tu posición sobre la vida después de la muerte?” mi respuesta típica es “Estoy a favor, por supuesto”. El hecho de que yo esté a favor de la vida después de la muerte no significa que lo vaya a obtener. ¿Pero quién no lo querría? Y ése es el punto. Es una respuesta muy humana creer en cosas que nos hacen sentir bien.

Gratificación Inmediata. Muchas cosas raras ofrecen gratificación inmediata. Las líneas 600 de los psíquicos son un clásico ejemplo. Usando técnicas de lectura fría, el psíquico empieza amplio y trabaja hacia específicos. “Siento que hay algo de tensión en tu relación –uno de Uds. está más comprometido que el otro”. “Tengo la sensación de que presiones financieras están causándoles problemas”. “Han estado pensando en cambiar sus trabajos”. Enunciados tan trillados son ciertos para casi todos. Si tu psíquico escoge la equivocada, sólo tiene que decir que ocurrirá –en el futuro. Y el psíquico sólo tiene que acertar ocasionalmente. Los que llaman olvidan las fallas y recuerdan los aciertos y, más importante, quieren que el psíquico tenga razón. Los escépticos no gastan US$3.95 por minuto en líneas de psíquicos, los creyentes sí. La psicoterapia tradicional es formal, cara y cuesta tiempo. Una mejora sustancial puede tomar meses o años. Gratificación tardía es la regla, gratificación instantánea es la excepción. En contraste, el psíquico está a sólo una llamada de distancia.

Simplicidad. La gratificación inmediata de las creencias se hace tanto más fácil con explicaciones simples para un mundo frecuentemente complejo y contingente. Cosas buenas y cosas malas le pasan tanto a la gente buena como a la gente mala, aparentemente al azar. Las explicaciones científicas suelen ser complicadas y requieren entrenamiento y trabajo para ser usadas. La superstición y la creencia en el destino y lo supernatural entregan un camino más simple a través del complejo laberinto de la vida.

Moralidad y Sentido. Hoy en día, sistemas científicos y seculares de moralidad y sentido parecen insatisfactorios para la mayoría de la gente. Sin la creencia en algún poder superior, la gente pregunta, ¿por qué ser moral? ¿Cuál es la base para la ética? ¿Cuál es el sentido último de la vida? ¿Para qué todo esto? Científicos y humanistas seculares tienen buenas respuestas a estas buenas preguntas, pero por muchas rasones estas respuestas no han alcanzado a la población en grande. Para la mayoría de la gente, la ciencia parece ofrecer sólo lógica fría y brutal en su presentación de un universo infinito, insensible y sin propósito. Pseudociencia, superstición, mitos, magia y religión ofrecen cánones de moralidad y sentido simples, inmediatos y consoladores. Porque yo solía ser un “cristiano renacido”, siento empatía por aquéllos que se sienten amenazados por la ciencia. ¿Quién se siente amenazado?

Si hubiera sólo una cosa que los escépticos, científicos, filósofos y humanistas pudieran hacer para señalar el problema completo de la creencia en cosas raras, construir un sistema de moralidad con sentido y satisfactorio sería un muy buen comienzo.

La Esperanza Trae Eternidad. La vinculación de todas estas razones es el título de la última parte de este libro [“La Esperanza Trae Eternidad”, que contiene éste y un capítulo anterior]. Expresa mi convicción de que los humanos somos, por naturaleza, una especie con miras al futuro, siempre buscando niveles más altos de felicidad y satisfacción. Desafortunadamente, el corolario es que los humanos estamos muy a menudo dispuestos a aferrarnos a promesas no realistas de una vida mejor o de creer que una vida mejor sólo puede ser alcanzada aferrándonos a la intolerancia y la ignorancia, degradando la vida de otros. Y a veces, al enfocarnos en una vida que ya viene, nos perdemos de lo que tenemos en esta vida. Es una diferente fuente de esperanza, pero es esperanza al fin y al cabo: tenemos la esperanza de que la inteligencia humana, combinada con la compasión, puede resolver nuestra miríada de problemas y enriquecer la calidad de cada vida; esperanza de que el progreso histórico siga su marcha hacia libertades mayores y aceptación para todos los humanos; y esperanza de que la razón y la ciencia al igual que el amor y la empatía nos puedan ayudar a entender nuestro universo, nuestro mundo, y a nosotros mismos.